Si tiene claustrofobia tal vez no sea bueno que vea esta película, porque prácticamente toda la acción transcurre al interior de una SUV de lujo, marca “Dolus”, ficticia en realidad, aunque similar al conocido Land Rover Defender.
La trama sigue a Eddie Barrish -Bill Skarsgård-, un tipo que está angustiado por la vida y la pasa mal. Trabaja como repartidor y su medio de sustento -su propio auto-, debe ser reparado, pero no le alcanza para pagar el trabajo. Como no le dan facilidad alguna, se las debe ingeniar para conseguir algo de dinero. Roba una billetera, compra boletos de lotería, trata de abrir autos estacionados; lo intenta todo. Mal que mal, solo cuenta tener dólares y aunque el precio del arreglo sea abusivo, no le queda otra que conseguirlo para seguir adelante. ¿Cómo, dónde…? Ya no sabe qué más hacer.
La desesperación es mala consejera, qué duda cabe, pero Eddie no está dispuesto a dejar pasar ninguna oportunidad. Robar parece ser el camino. Al ver una camioneta lujosa cuya puerta abre sin problemas dice, “esta es la mía” y se introduce en su interior. Desconocemos si Eddie ha vivido robando o bien estas son sus primeras incursiones; para el caso es lo mismo, porque él no duda en buscar al interior del coche cualquier cosa que se pueda llevar para venderla y así conseguir los casi 500 dólares que necesita para rescatar su herramienta de trabajo.
Al interior del “Dolus” todo es de lujo pero no encuentra nada “robable”. Decide bajarse. No puede. Se ha cerrado por completo. Queda hermético. Vidrios polarizados, insonoro; aislamiento total. ¡Qué buenas las primeras tomas al interior del vehículo! Una secuencia en 360 grados, con cámara circular, que va girando, una y otra vez, captando de cerca al protagonista al interior de un habitáculo que será el centro de atención de ahí en más.
La cosa no pinta bien. Los esfuerzos por romper los vidrios, las puertas, o buscar algún punto débil son infructuosos. Incluso, Eddie se pasa a llevar el brazo con un metal filoso y sangra profusamente. Solo una llamada viene a romper los monótonos intentos de escape. Eddie la ignora. Sigue tratando de salir. Suena el teléfono de nuevo. Nada. Hasta que decide contestar. Se trata del dueño, William -Anthony Hopkins-, quien, de entrada, le expone la realidad de lo que sucede. Eddie está a su merced. Es una trampa ideada luego de seis robos sufridos. Pero no más, se acabó. Este es el definitivo, el último; no señor, nunca más.
David Yarovesky dirige este remake de la película argentina del año 2019 llamada “4x4”, y lo hace con solvencia. Es muy difícil manejar un ambiente cerrado y al mismo tiempo darle aire o algún respiro. Todo transcurre al interior de un automóvil. Es un logro técnico y en esta ocasión funciona muy bien, aunque el formato canse un poco. Pasa no solo un día o dos, son varios más. Algo así como atrapado sin salida y por causas desconocidas. Ignoramos el por qué de la situación que maneja William con todo el poder del mundo. ¿Se trata de un juego o es un psicópata que busca algo más? Podemos especular, pero sinceramente no podemos adivinar las intenciones y tampoco creer a pie juntitas que aquello que dice el dueño de la SUV corresponde a la verdad. Lo que sí es cierto es que se trata de una vil tortura.
Durante muchos minutos solo escuchamos la voz de William y Anthony Hopkins lo hace perfectamente. Actúa con su voz, literalmente. Las pausas, los silencios, la fonética, la claridad de la pronunciación son un verdadero lujo. Los diálogos -o monólogos-, no son insustanciales porque se trata del bien y el mal, del arrepentimiento, de la justicia por mano propia, de las lecciones y el castigo como consecuencia de los actos. Nada de esto es poco, es sustantivo, y aunque sea parte de una película de entretención, no deja de llamar la atención.
El relato sigue tenso e “in crescendo”. Se mueve sobre sí mismo pero funciona. No sabemos hacia dónde va, tampoco adivinamos el desenlace ni vemos por dónde han de venir las resoluciones.
Un cambio de escenario se produce poco antes del último tercio. La SUV se pone en movimiento. Se maneja remotamente, es eléctrica, por tanto William controla la ruta, la velocidad, el freno; todo. Y surge la música. El Concierto para Piano de Tchaikovsky y el Vals de la Ópera “Eugen Oneguin” del mismo compositor, entregan un par de pistas sobre aquello que impulsa a William a hacer lo que hace. La tensión sigue aumentando y el clímax está cerca. Nada importa; qué más se puede perder.
Cuando suena de fondo “Sherezade”, de Rimsky-Korsakov, nos aprestamos a cerrar el círculo. ¿Guiño a la historia del cuento de las “Mil y una noches”? Puede ser, tendría sentido.
“Locked” dura solo 95 minutos y eso está perfecto. Ni más ni menos, ni una coma más ni una menos. Apertura, desarrollo, tensión y resolución. Bien. Con un final impredecible que, a pesar de peder un poco de sustancia, logra rematar correctamente. Véala, aunque solo sea por Anthony Hopkins. Vale la pena.
Ficha técnica
Título original: Locked
Año: 2025
Duración: 95 minutos
País: Estados Unidos
Compañías: Coproducción Estados Unidos-Canadá; Boxo Productions, Pink Flamingos Films, Raimi Productions, ZQ Entertainment, BondIt, Buffalo 8 Productions, Longevity Pictures. Productor: Sam Raimi
Género: Thriller. Terror | Remake
Guion: Michael Ross. Remake: Mariano Cohn, Gastón Duprat
Música: Tim Williams
Fotografía: Michael Dallatorre
Reparto: Bill Skarsgård, Anthony Hopkins
Dirección: David Yarovesky
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